Amigo, sube más arriba

 "Todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado". Jesús es quien se puso de verdad en último lugar, el del servicio a los demás y la entrega generosa hasta la cruz.

Jesús es recibido en casa de uno de los principales fariseos y, escribe san Lucas que muchos de ellos lo observaban.

Domingo XXII T. Ordinario C

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En el domingo hemos sido invitados por Cristo al banquete eucarístico: en él nuestra vida cristiana se alimenta con la Palabra de Dios, y con el Cuerpo y la Sangre del Señor. Ante este gran misterio de la fe hemos de desterrar toda forma de orgullo y vanagloria, y ser de verdad humildes, pues él mismo está entre nosotros y se nos da como alimento; solo desde esta actitud podemos encontrarnos con él y dejar que nos transforme continuamente a su imagen.

¿Quieres entrar? Esfuérzate en imitar a Jesús

 “Esforzaos para entrar por la puerta angosta”. Imitar a Jesucristo es el modo de abrir puerta a Dios Padre, a su misericordia, a su protección y su cariño. La escena que nos presenta el evangelio es muy actual. Jesús está en camino hacia Jerusalén. Mientras avanza, las gentes que lo rodean van hablando con Él y le comentan sus inquietudes. Como ellos, también nosotros somos caminantes, que nos dirigimos hacia la patria celestial.

Domingo XXI T. Ordinario C 2022

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Nos hemos reunido en asamblea litúrgica para celebrar la eucaristía en el domingo. Se trata de la reunión más importante de nuestra comunidad cristiana. Al mismo tiempo que celebramos y acogemos la salvación de Dios realizada por Jesucristo con su muerte y resurrección, ha de ser expresión de nuestra fe y nuestra vida fraterna. Que esta celebración nos ayude a tener un corazón abierto y universal para acoger a todos, pues Dios llama a todos a participar en la mesa de su reino.

Porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón

Jesús se dirige a sus discípulos enseñándoles a cuidar del pueblo de Dios a ellos encomendado. Valiéndose de algunas parábolas y comparaciones, marca el estilo de vida que ha de caracterizar a los pastores de la Iglesia.

Domingo XIX del T. Ordinario C

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Nos reunimos en asamblea santa para la celebración de la eucaristía, verdadero encuentro con Cristo resucitado. Por la fe sabemos que él nos habla en la palabra que va a ser proclamada y después nos dará su Cuerpo y su Sangre como alimento. Estemos bien despiertos, en vela, para descubrir su paso entre nosotros y pongamos nuestro corazón en el verdadero tesoro que es él mismo y el Reino que trajo a este mundo.

Cómo debe ser nuestra relación con los bienes materiales

Cuenta el evangelio que, en una ocasión, mientras Jesús predicaba, alguien de la multitud le pidió que instara a su hermano a compartir la herencia con él. Pero en vez de atender esta petición, como hizo Jesús en muchas otras ocasiones, advierte a los presentes sobre el peligro de la avaricia y el afán de seguridad basado en las riquezas.

Domingo XVIII T. Ordinario C 2022

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En el día del Señor Resucitado nos encontramos reunidos en la casa del Señor para celebrar la eucaristía. Cristo está en medio de nosotros y nos llama a poner siempre nuestro corazón en las cosas de Dios para que nuestra vida sea expresión y testimonio de la verdadera riqueza y de la vida nueva que solo él puede dar. Dispongámonos a esta celebración para participar activa y piadosamente.

¡Domine! Doce nos orare

 A san Josemaría le conmovía la escena que nos narra este pasaje del Evangelio: “Jesús convive con sus discípulos, los conoce, contesta a sus preguntas, resuelve sus dudas. Es sí, el Rabbí, el Maestro que habla con autoridad, el Mesías enviado de Dios. Pero es a la vez asequible, cercano. Un día Jesús se retira en oración; los discípulos se encontraban cerca, quizá mirándole e intentando adivinar sus palabras. Cuando Jesús vuelve, uno de ellos pregunta: Domine, doce nos orare, sicut docuit et Ioannes discípulas suyos; enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos”.

Domingo XVII de T. Ordinario C 2022

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Convocados para escuchar la Palabra de Cristo y alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre la oración, que es la vida del Espíritu Santo en nosotros. Que esta celebración sea ya la oración suprema, donde, como comunidad, oramos con Cristo, realmente presente en medio de su pueblo en la acción de gracias al Padre, que quiere que seamos sal y luz para el mundo.

Domingo de Pascua

El Evangelio de San Lucas relata, con brevísimas frases, lo acaecido en la madrugada de aquel domingo de Pascua que siguió a la muerte de Jesús en la cruz. Tres mujeres caminan hacia el sepulcro donde habían depositado su cuerpo muerto el viernes por la tarde. Iban preocupadas por cómo podrían mover la gran piedra que cerraba el sepulcro.

Domingo III del T. Ordinario

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Nos reunimos para celebrar la eucaristía, sacramento de la unión del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Esto se realiza acogiendo en nosotros al Señor que se hace primero palabra y después alimento. De este modo encarnamos la palabra de vida que nos es proclamada en cada misa. Preparémonos para celebrar intensamente este misterio de comunión.

El Espíritu del Señor está sobre mí

La liturgia de este domingo nos presenta juntos dos pasajes del Evangelio de san Lucas. El primero es el prólogo, que va dirigido a un personaje llamado Teófilo, nombre que en griego significa “amigo de Dios”. Lucas se propone escribir una narración documentada y bien ordenada de la vida de Cristo desde sus orígenes, explicando también el significado salvífico de las cosas que se “han cumplido entre nosotros” (v. 1).

Haced lo que Él os diga

"Tú, al contrario, has reservado el vino bueno hasta ahora". A los que confían en el poder de Jesús y en la intercesión de la Virgen María, les espera el mejor vino, el del amor de Dios y la salvación eterna.

Al inicio de su vida pública Jesús acude con sus discípulos a una fiesta de bodas para bendecir y santificar con su presencia la celebración del amor humano.

Él os bautizará con el Espíritu Santo

Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Domingo IIº después de Navidad

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Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, se lanzó desde el cielo, desde el trono real. Hoy, segundo domingo después de Navidad, seguimos conmemorando el nacimiento de Cristo. Con aquella su primera venida en carne moral dio comienzo este nuevo tiempo, que perdurará hasta que él vuelva.

En el principio era el Verbo

En estas fiestas de Navidad estamos meditando con gozo los relatos, llenos de colorido, con que los Evangelios nos hablan del nacimiento de Jesús. Pero también se presentan a nuestra consideración textos como el de hoy, que nos invita a elevarnos por encima de los detalles anecdóticos y pintorescos, para contemplar lo que implica el misterio del Nacimiento de Jesucristo y comprender mejor su significado y las consecuencias que tiene para nuestra vida. Estamos ante un texto admirable, donde se sintetizan armónicamente los fundamentos de nuestra fe.

Domingo XXXIV del T. Ordinario, "Solemnidad de Cristo Rey"

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Celebramos hoy la solemnidad de Cristo Rey.

Con este domingo concluimos el ciclo del año cristiano. Cristo es el centro de la historia; hacia él nos encaminamos. Él es también al que recordamos y celebramos siempre. En su nombre nos reunimos. Él nos convoca, nos habla y nos sienta a su mesa. Y quiere también hacerse presente en nuestra vida. A él la gloria por los siglos.

¿Eres tú el Rey de los judíos?

Es la pregunta que Pilato hace a Jesús cuando se encuentran frente a frente. Los judíos para que el gobernador aprobara la muerte de Jesús habían cambiado la acusación. Si le habían condenado por ser Hijo de Dios, delante de Pilato le acusan de hacerse el rey de los judíos.

Domingo XXXIII del T. Ordinario

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Nuestra asamblea dominical es ya signo de la asamblea de todos los redimidos al final de los tiempos. Nuestra fe nos dice que este mundo llegará a su fin para gozar eternamente de la presencia de Dios, con la venida última del Señor, el juicio final y la resurrección definitiva. Esta firme convicción ha de ser un motivo para vivir más intensamente con alegría, ilusión y esperanza.

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