Domingo V de Cuaresma (10/04/2011).

MONICIÓN DE ENTRADA

Sed todos bienvenidos de este Quinto Domingo de Cuaresma, que es el último ya. El evangelista San Juan nos cuenta el relato de la resurrección de Lázaro, en Betania. Jesús de Nazaret llega a Betania, al lado de Jerusalén, aún a sabiendas que sus enemigos le buscan para matarle. No importa. Tiene la misión de resucitar a Lázaro, su amigo. La narración del evangelista Juan nos volverá a impresionar por su belleza… Os decíamos que estamos en el último domingo de Cuaresma. El próximo es ya el Domingo de Ramos y comenzaremos la Semana Santa, la semana grande de nuestra fe que nos encamina hacia la Cruz y hacia Resurrección. Nos convendría reflexionar a una semana del final de la cuaresma si hemos aprovechado el tiempo y si estamos preparados para vivir con intensidad la Semana Santa… Pero, ahora, con devoción y entrega iniciemos la Eucaristía.

1ª LECTURA: LECTURA DE LA PROFECÍA DE EZEQUIEL 37, 12-14

Así dice el Señor:

- Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. SALMO 129

R.- DEL SEÑOR VIENE LA MISERICORDIA, LA REDENCIÓN COPIOSA.

Desde lo hondo a ti grito, Señor; 
Señor, escucha mi voz: 
estén tus oídos atentos 
a la voz de mi súplica. R.-

Si llevas cuentas de los delitos, Señor, 
¿quién podrá resistir? 
Pero de ti procede el perdón, 
y así infundes respeto. R.-

Mi alma espera a en el Señor, 
espera en su palabra; 
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, 
como el centinela la aurora. R.-

Porque del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa; 
y él redimirá a Israel de todos sus delitos. R.-

2ª LECTURA: LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 8-11

Hermanos:

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si Cristo está con vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Palabra de Dios


ACLAMACIÓN Jn 11, 25 a.26

Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 11, 1-45

En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo:

- Señor, tu amigo está enfermo.

Jesús, al oírlo, dijo:

- Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos:

- Vamos otra vez a Judea.

Los discípulos le replican:

- Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?

Jesús contestó:

- ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.

Dicho esto, añadió:

- Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.»

Entonces le dijeron sus discípulos:

-Señor, si duerme, se salvará.

Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño 

natural.

Entonces Jesús les replicó claramente:

- Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.

Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:

- Vamos también nosotros y muramos con él.

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:

- Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.

Jesús le dijo:

- Tu hermano resucitará.

Marta respondió:

- Sé que resucitará en la resurrección del último día.

Jesús le dice:

- Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?

Ella le contestó:

- Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:

- El Maestro está ahí y te llama.

Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:

- Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.

Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó:

- ¿Dónde lo habéis enterrado?

Le contestaron:

- Señor, ven a verlo.

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:

- ¡Cómo lo quería!

Pero algunos dijeron:

- Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. 

Dice Jesús:

- Quitad la losa.

Marta, la hermana del muerto, le dice:

- Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.

Jesús le dice:

- ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:

- Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.

Y dicho esto, gritó con voz potente:

- Lázaro, ven afuera.

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:

- Desatadlo y dejadlo andar.

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del Domingo.

La proximidad y la cercanía en nuestra relación con Dios no evitan que palpemos nuestra limitación. "Señor tu amigo está enfermo" mandaron decir las hermanas de Lázaro a Jesús. La enfermedad, el sufrimiento y la muerte se convierten en las grandes cuestiones que pueden acercar o alejar de Dios.

Todos conocemos la queja que un día hicieron los contemporáneos de Jesús y que hoy nos hacen a nosotros: "Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podría haber impedido que se muriera éste? Si Dios es bondad y amor, ¿por qué tanta muerte, destrucción y dolor a nuestro alrededor? El evangelio de hoy nos descubrirá que sólo la cercanía y la amistad, la convivencia con Jesús, basada en el amor y la confianza, nos abrirán el horizonte de una respuesta capaz de pacificar el corazón cegado por el golpe del dolor y de la muerte. Percibimos que hemos sido creados por amor, "Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro" y que en ese amor está la fuerza resucitadora de Dios: "Pueblo mío, os infundiré mi espíritu y viviréis" nos dice Dios por el profeta Ezequiel. Esa expresión de posesión es expresión de amor. Al decirnos "Pueblo mío" nos está diciendo "Amor mío".

Sabernos amados por Dios es comienzo de esperanza y semilla de vida, pues Dios sólo puede darnos lo que es: Vida. La cercanía y la amistad con Jesús no evita la queja, "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano", pero abre a la confianza y a la fe, sin imponer a Dios su actuación, sino abandonando en Él nuestra queja y dejándole hacer, sin obligarle con nuestros deseos o lamentos: "Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo". El diálogo entre Marta y Jesús expresa todo un proceso de cambio interior en el que los interrogantes, desde la amistad y el amor, dan paso al abandono. La confianza en Jesús ilumina la fe con palabras que van más allá de lo que Marta hubiera esperado: "el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre". Jesús responde no sólo al deseo de vida para su hermano Lázaro, sino al anhelo profundo de la humanidad de vivir plenamente más allá de la ruptura y la humillación de la muerte. La fe en Jesucristo, en su Palabra, ilumina la oscuridad de nuestro corazón con la semilla del Espíritu y lo vivifica de tal manera que nos sabemos portadores de eternidad en medio de nuestra debilidad y destinatarios, por voluntad de Dios, de un futuro de gozo y de vida. También hoy, a nosotros, nos está diciendo Jesús, "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Y la comunidad de hermanos en la fe que formamos la Iglesia, nos sigue recordando que, igualmente, Cristo sigue extendiendo su compasión a todos los hombres que tienen sed de vida por medio de los sacramentos de la fe. La amistad y la cercanía con Cristo es la mejor forma de sabernos hoy con vida y mañana resucitados.
Antonio Eloy Madueño, sacerdote

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