OCTAVARIO de ORACIÓN por la UNIDAD DE LOS CRISTIANOS! (S.Compostela)

“Perseveraban unidos en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y la oración" (Hech 2, 42)

Queridos diocesanos: Al recordar la gracia de la conversión de San Pablo, la Iglesia nos llama a la oración por la unidad de los cristianos. 

Perseverar: don y misión que nace de la caridad

La Iglesia entera peregrina hacia la propia unidad cuando recorre las calles del mundo invitando a toda la humanidad a participar en el banquete del amor de Cristo. En efecto, ya el Concilio Vaticano II entendió la razón de ser de la Iglesia, no desde ella misma, sino desde su misión hacia los hombres: sacramento e instrumento de unidad entre el género humano y Dios (Cf. Lumen Gentium 1). No se trataba sin más de una feliz fórmula del Concilio, sino de la misma vocación a la que estamos llamados todos los cristianos: “Como tú Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean uno en nosotros” (Jn 17, 21). “La Iglesia no es una realidad replegada sobre sí misma, sino permanentemente abierta a la dinámica misionera y ecuménica” .

El suelo nutricio de esta misión y tensión hacia la unidad deseada es esa Madre que es Comunidad de Comunidades, receptora y generadora de concordia gracias a la acción de la Palabra y del Espíritu. Caminamos hacia la unidad cuando nos afanamos por vivir en profundidad nuestra propia fe, a la vez que nunca somos tanto nosotros mismos como cuando nos hacemos hermano para el otro. Por eso, esta unidad entre todos los hermanos cristianos no se dará sin más como resultado de pactos o mutuas concesiones, sino como el don de la conversión sincera de todos nosotros al único amor de Dios que es Cristo. “El auténtico ecumenismo no se da sin la conversión interior” (Unitatis Redintegratio 7). Como afirmó Benedicto XVI “la mejor forma de ecumenismo consiste en vivir según el Evangelio” .

Cuando la vivencia del amor es real y sincera, nos empuja desde dentro para ser comunicada y compartida en la misión, conscientes de que “ser ecuménico significa percibir nuestra identidad esencial no en aquellos asuntos que nos distinguen a unos de otros, sino en nuestra fidelidad a los imperativos del Evangelio”. 

La enseñanza apostólica

El amor que cambia el corazón de las personas y de las instituciones se vuelve para nuestros contemporáneos enseñanza actualizada de los Apóstoles, anuncio auténtico del Evangelio. Para nosotros, cristianos, la acogida de dicho mensaje no puede generar sino concordia. La enseñanza apostólica en ningún modo supone un tropiezo en el camino hacia la unidad, sino la misma luz que nos ayuda a ver no sólo la meta, sino también el proceso que nos conduce hasta a ella, “como lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana” (2Pe 1, l9). Así lo significamos cuando en nuestra celebración eucarística y en respuesta a la Palabra unánimes recitamos el símbolo de la fe, expresión condensada de lo que nos une. La fe en su misma dinámica es símbolo en cuanto congrega a los que son diferentes en un solo cuerpo. 

La comunión fraterna

“Abrirnos nosotros mismos a aceptar dones espirituales de otros cristianos estimula nuestra capacidad de percibir la luz de la verdad que viene del Espíritu Santo” . Por otra parte, en el contexto de crisis económica en el que nos hallamos, donde muchos de nuestros hermanos se encuentran privados de lo más necesario, encontramos en los Hechos de los Apóstoles la experiencia de la Iglesia naciente, que genera en nosotros inquietud y a la vez esperanza. Inquietud porque aún estamos lejos de un orden social basado en la justicia, pero también esperanza porque ésta es fruto de la caridad que Dios pone en nuestros corazones: “No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los Apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hch 5, 34-35). La comunión exige a todos los cristianos comprometernos por la justicia y defensa de los más débiles. Como señaló Benedicto XVI, “las grandes cuestiones éticas piden para ser propuestas con eficacia del testimonio de nuestra unidad” .

La fracción del pan

En la Última Cena, Jesús significa el gesto de entrega de sí mismo a los suyos y a todos los hombres mediante la fracción del pan. Desde entonces este mismo gesto es memoria y profecía de un mundo nuevo basado en la caridad y la justicia. “Un día una Eucaristía común subrayará nuestra decisión de amarnos y servirnos unos a otros a imitación de nuestro Señor” . Viviremos plenamente la realidad de la eucaristía cuando la vida entregada por todos los hombres nos lleve a todos a vivir la misma fe y el mismo amor.

En las oraciones

El Concilio Vaticano II, subrayó la importancia de la oración unida a la santidad de vida en la práctica del ecumenismo (Unitatis Redintegratio 8). Así fue subrayado también por Juan Pablo II: “En el camino ecuménico hacia la unidad, la primacía corresponde sin duda a la oración común, a la unión orante de quienes se congregan en torno a Cristo mismo” (Ut unum sint 22). La oración, cuando es expresión unánime de los que se acogen mutuamente, llega hasta el cielo: “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, os lo concederá mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 19). Por eso, os animo a que en nuestra Archidiócesis se promuevan encuentros de oración. El hecho de que oremos juntos nos pone en camino hacia la unidad. Esta oración, más que con palabras, la ponemos en práctica con nuestra actitud de confianza al Padre que nos constituye a todos en hermanos.

Os saluda y bendice con todo afecto en el Señor, 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela

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